Tendida en la cama, giro, está muerto, como si mis feromónas, mis ojos bonitos y mi perfume a vainilla se los hubiera tragado la magia del triángulo de las Bermudas, como si el romanticismo de todos estos años de relación se hubieran ido con los pájaros que emigraron en cada invierno, de cada año, de cada beso...
Me concentro, y recuerdo aquellos días, en mi niñez, donde me despertaba a las 3 o quizás a las 4 de la mañana si una pizca de sueño, y me ponía a crear un mundo mejor para mi, en silencio, y con el rabillo del ojo bien puesto en mi madre, para no despertarla, hasta que el sueño volviera, o hasta que el juego terminara; volvió la sensación, me concentro, pienso, quiero llorar, pero las ganas son más fuertes, pienso en lo miserable del asunto, pero pienso que hay cosas más miserables, no puede, no debe estar tan mal.
pasa el tiempo, 2, 3 minutos ahogo mis suspiros, miro de nuevo, me pregunto por qué pasó esto ¿ fue mi aliento matinal? ¿nuestro perro entre medio de los dos? ¿el no hacer desayuno?... las preguntas se empiezan a elevar en el aire y crear constelaciones de placer en mi cuerpo, conjugándose con escalofríos, la sensación de estar en una misión imposible como de niña; de repente veo el universo, estrellas luminosas infinitas e inagotables, deseando ser una de ellas, feliz, plena, hermosa y sin ser juzgada, perdida en la inmensidad de una bella y pacífica tranquilidad, el mundo se vuelve un hermoso ramillete de rosas con sus hojitas verde esmeralda intenso, un sofocado y ahogante suspiro, el clásico calorcito delicioso...
Han pasado 7 minutos y he recuperado el sueño, giro mi cabeza, sigue muerto, sin oler mi perfume, sin ver mis ojos brillosos, ni mucho menos mis feromonas.. Han pasado 7 minutos y siento que estoy sola en una cama y aún así tengo que dormir en un solo lado y compartir las almohadas con un fantasma...
Son las 3:40 A.M y es la puta realidad...
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